Mariana Salinas

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La sobrina del expresidente Carlos Salinas de Gortari en el restaurante Benkay.
Mariana Salinas

*Entrevista realizada en febrero de 2013.

Es soltera. Tiene 36 años. Luego de titularse en Literatura estudió un doctorado en Letras, por lo que está un poco harta de que sólo la presenten como «la sobrina del ex presidente Carlos Salinas de Gortari» o que la limiten a ser «la hija de Raúl Salinas«. Así que antes de convertirse en «la prima de la secretaria de Turismo, Claudia Ruiz Massieu«, Mariana se sienta en el japonesísimo restaurante Benkay y –frente al sashimi de salmón, sopa de tofu y tequila blanco en lugar de sake– habla de su recién publicado libro de poesía, Derecho de amparo, en el que dice que, por fin, entierra a todos sus muertos.

 

Gabriela Cuevas

Mariana Salinas gusta de la comida japonesa / FOTO: diariodemallorca.es

 
 
Nunca había visto a una poeta con un bolso Louis Vuitton como el tuyo.
¡Y es original, eh! No vayas a creer que la LV se refiere a Lucha Villa. 

Entonces podríamos decir que me encuentro frente a una poeta hippie-chic
La poesía es mi pasión pero, en general, soy una arrojada a las letras. Acabo de terminar un libro de cuentos con puros personajes femeninos entre los 35 y 45 años de edad en situaciones de la vida cotidiana. Está lleno de humor, pero también de mucha catarsis.

¿En qué momento de tu vida abriste el ojo y dijiste: «Lo mío, lo mío, es la poesía»? 
Es algo que he hecho desde niña. Mi papá tiene enmarcado en la biblioteca de su casa un poema que le di a los nueve años que dice: «Te ciero como las nubes al cielo». Yo pensaba que la palabra «quiero» se escribía con «c». Desde entonces se despertó en mí la fascinación por las palabras y, sobre todo, poder jugar con ellas.

¿Para convertirse en poeta hay que tomar un curso intensivo por internet o con un tutorial de YouTube es suficiente? 
¡No, para nada! Es una forma de mirar las cosas. Robert McKee, quien ha establecido la columna vertebral sobre cómo escribir guiones para cine, dice que la mayoría de los grandes escritores ha vivido un trauma en la infancia, lo cual les genera un desprendimiento que les permite leer la realidad. Es decir, por un lado la están viviendo pero, por otro, la están leyendo. Entonces los escritores usan lo que viven como material de trabajo. 

Siendo así, debe haber suficiente material en los Salinas de Gortari como para tener que salir a buscar historias ajenas. 
¿Sabes qué? Luego me doy cuenta de que nada más porque las historias de mi familia se hicieron famosas las toman de referencia. Pero no te creas, en los restaurantes uno se entera de cosas fuertísimas. No trascienden porque no son personajes públicos, pero te aseguro que sorprenderían a cualquiera si salieran a la luz. Me parece que todos podemos convertirnos, o el escritor puede convertirnos, en un gran personaje. 

 

Gabriela Cuevas

El Benkay está ubicado en Campos Elíseos 204, colonia Polanco / FOTO: tripadvisor.com

 

¿Y quiénes son los personajes que te inspiraron para los poemas de Derecho de amparo
Es un libro muy vinculado a la vivencia que tuve durante los 11 años que mi papá estuvo en el reclusorio. 

¿Por qué ponerle un término técnico-jurídico a un libro de poesía? 
El derecho de amparo hace referencia al último recurso legal que se tiene en este país para obtener la libertad. Para mí significa que la poesía y la literatura son mis recursos de derecho de amparo para obtener mi propia libertad. 

Entonces ya tenías el nombre antes que el libro. 
Sí. Y tenía muy claro que lo único que no iba a negociar era el título. Mis amigos que escriben me decían: «Mariana, está horrendo el título. En las librerías te van a ir a colocar a los stands de leyes». Ese juego con el lenguaje me encantó, me produce adrenalina sacarlo de su contexto y «transpolarlo» a su opuesto total. ¿Qué puede haber más árido y antipoético que el Código Penal? 

Cualquiera diría que eres una «poeta maldita». 
Claro que tengo mi lado de poeta maldita, aunque también tengo otro lado muy estricto. Mi admiración por Octavio Paz es muy grande y la influencia que ha tenido en mi vida no sólo es en temas personales, sino literarios. 

¿Dónde te sientas a escribir tu poesía? 
No tengo un lugar fijo. Tampoco soy una escritora de estudio. Me encantaría tener esa disciplina pero, en realidad, escribo donde me agarre. Hasta en el baño. 

¿Cómo saber que lo que se escribe es un poema? 
En mi caso de repente hay un sonido o una frase que se repite, incluso hay un ritmo que se queda y se mete en el cuerpo. Me toma y yo nada más lo sigo, y después puede ser largo, largo, largo… 

¿Y si te agarra, por ejemplo, cambiándole el pañal a uno de tus tres hijos? 
Eso es muy frustrante, porque muchas veces lo pierdo. Sí ha habido temas que me han gustado y que no he tenido la oportunidad de escribirlos. 

Debe de ser dolorosísima esa pérdida. 
Es más tortuoso editar lo que uno escribe. Y es que primero sigo esa voz que entró en mí, pero luego tengo que hacer un ejercicio de observación y objetividad en el que hay que desprenderse de las palabras y empezar a cortar o cambiar lo ya escrito. 

Corregir es una tortura, pero escribir también debe de serlo, ¿no? 
El momento de inspiración en el que estoy sobre el teclado, exclusivamente volcada a lo que me está sucediendo, me produce un gran placer. Es casi como éxtasis. Luego, cuando abro la computadora tiempo después para tener que corregir el texto, me da la sensación como de uncoitus interruptus

Supongo que se necesitan más que ovarios para sacar un libro inspirado en los días de cárcel de tu papá, apellidándote Salinas, y que se llame Derecho de amparo. 
No he tenido mucho margen de maniobra. La vida me ha obligado a volverme una mujer valiente. 

¿No tuviste miedo de que la crítica se te fuera encima con el argumento de que con este libro, más bien, te habías ahorrado el psicoanalista? 
Estoy convencida de que Diego García Elío, uno de los grandes lectores y editores de México, no me hubiera dado la oportunidad de publicarme en una editorial con tanto prestigio como [DGE] Equilibrista si mis poemas le parecieran malos. 

¿Consultaste a la vidente Francisca Zetina, alias la Paca, para ver si tu libro iba a convertirse en un best seller
Pues no [se ríe]. No la consulté. Pero ahora que la mencionas, déjame decirte que el expediente judicial de la Paca es una gran novela. Yo quiero escribirla, pero necesito como 20 años más. Es cuestión de sacarle los pasajes, darle tono literario y listo. 

Otro poeta en los Salinas de Gortari es tu papá Raúl, ¿cierto? 
Él escribió el libro El secreto, un día, publicado por Ediciones El Tucán [de Virginia]. Habrá sido a finales de la década de los setenta o principios de los ochenta. Pero varios de la familia han estado inmersos en la literatura: mi tía Adriana Salinas de Gortari tiene desde hace muchos años la Editorial Azabache. Ella estuvo casada con un poeta importante llamado Eduardo Hurtado. Mi mamá [Ana María Pasalagua] escribe superbién, de hecho los primeros borradores de este libro los trabajé con ella porque es una lectora seria de poesía. 

¿Tu papá leyó tu poemario antes de que lo publicaras? 

No sé si lo pudo leer antes de la presentación de la FIL de Guadalajara. Antes ya había leído los manuscritos de los poemas y estaba muy nervioso de que publicara lo que escribí. Finalmente, cuando vio el libro impreso, me escribió una carta muy bonita y me regaló El cántico espiritual de San Juan de la Cruz, diciéndome que esperaba que me diera la bendición el más grande poeta en lengua hispana. 

¿Al ex presidente Carlos Salinas ya le regalaste tu libro? 
No, no se lo he regalado a mi tío. Yo creo que mejor se lo voy a vender. 

Cuando finalmente «pariste» este proyecto, ¿te dio depresión posparto? 
Me dio poco antes de que terminara de imprimirse. No pude parar de llorar los días antes de la presentación en la FIL. Ahí lloré a todos mis muertos. Este libro es de muchas ausencias, pérdidas y duelos. Ahí está gente muy querida que ha muerto en circunstancias trágicas y dolorosas. 

¿Incluidos los asesinatos de tus tíos Enrique y José Francisco? 
Sí, claro. Mi tío Enrique [Salinas de Gortari] es uno de los grandes duelos de este libro; José Francisco Ruiz Massieu, quien fuera esposo de mi tía Adriana y papá de mis primas Claudia y Daniela, es otro gran duelo. Hay muchas ausencias sin estar evidenciadas, pero definitivamente es un libro de cierre de ciclos, en el que yo también puedo ampararme de esta historia que así fue, y aunque es parte importante de mi vida, también tengo que abrirme a lo que viene. Eso me entusiasma enormemente. Me da viento fresco.