Miguel Ángel Mancera

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El jefe de Gobierno del Distrito Federal revela sus gustos por la comida.
Miguel Ángel Mancera

*Entrevista realizada en diciembre de 2012.

Está en su momento. El jefe de Gobierno del Distrito Federal acaba de sentarse en la silla más importante del Antiguo Palacio del Ayuntamiento con sus 46 años bajo las canas y más de 60% de preferencia en las elecciones pasadas. Debido a la complicada agenda previa a su toma de protesta, no pudimos comer juntos. A cambio, «El soltero de oro» -como ya le llaman- confiesa desde su oficina de la colonia Del Valle por qué no habrá Primera Dama en el DF y, aún más interesante, cuáles son sus siete pecados capitales.

 

Mancera

El Jefe de Gobierno del DF es cliente frecuente de la comida yucateca / FOTO: quien.com

 

¿Cuáles son tus tres lugares favoritos para comer?
Me gusta mucho la comida mexicana y un restaurante donde sirven muy rico es El Cardenal que está dentro del Hotel Hilton, en el Centro Histórico. En segundo lugar está L’Ostería del Becco, de comida Italiana, y en tercero me gusta el Astrid & Gastón, de comida peruana.

¿Eres famoso por pedir…?
En El Cardenal, la nata, me gusta mucho con salsas molcajeteadas. También pido las verdolagas con pechuga y hay un pescado, tipo a la talla, que lo hacen muy bueno. El queso envuelto con flor de calabaza es básico y, en Navidad, los romeritos y el bacalao.

¿Qué platillo te despierta el pecado de la gula?
Soy mucho de comida yucateca. Cuando hay platillos típicos de ese estado devoro de todo: cochinita pibil, panuchos, queso relleno. Ahí sí, para que veas puedo llegar a exagerar.

¿A qué otros pecados capitales eres asiduo?
No, pues la verdad, no.

A ti que te gusta pegarle al costal, ¿a poco no te da envidia la agilidad que tenía Julio César Chávez?
¡Ah, bueno! Pero hay envidia de la mala y envidia de la buena. 

¿Así como hay políticos de los malos y de los buenos?
Como todo en la vida. Quizá sí me produce cierta envidia ver cómo algunas personas practican algunos deportes y yo no los puedo hacer igual.

¿Qué cosas en esta ciudad te producen ira?
Que la gente tire basura. Verlos cómo lo hacen sin remordimiento me pone muy mal. También los que van manejando, y de pronto bajan el cristal, y avientan la basura o los que están fumando y echan la colilla del cigarro al punto más lejano.

¿Hay algún rasgo que te desagrade de ti mismo?
Soy muy obsesivo. Soy muy clavado en que se resuelvan bien los asuntos. Los quiero atender de manera personal siempre y, en muchas ocasiones, no debería ser tan obsesionado en eso.

¿Te cuesta trabajo delegar?
Sí, todo el tiempo quiero estar muy cerca de lo que está sucediendo, así que tengo que acostumbrarme a soltar un poco más.

Los malosos dicen que tu postulación para la Jefatura de Gobierno es la prueba más contundente de tu avaricia política.
Se dicen muchas cosas, pero la postulación se dio con un impulso que se empezó a construir desde la base ciudadana. Era la gente la que lo pedía, la que motivaba que sucediera. Luego fueron grupos sociales y así se fue dando. No es algo que yo haya buscado. Nunca fue una obsesión.

Si hubieras sido candidato a jefe de Gobierno del DF por otro partido, ¿crees que también hubieras obtenido más de 60% en las preferencias?
No hubiera sido con otro partido. No sería congruente venir trabajando en este proyecto y de repente pasarme a otro partido.

¿En qué lugar del mapa te ubicas en la geografía política?
En la zona donde la gente está trabajando por el beneficio general, que es parte de los postulados de la izquierda.

Cuando piensas en algún político mexicano ¿a quién te gustaría parecerte?
Obviamente a Lázaro Cárdenas del Río. Ha sido un ejemplo de labor y trabajo con la gente. Preocupado, inteligente en la toma de decisiones, firme, con una línea de progreso y de cultivar los ideales de la Revolución. Me parece que es una persona congruente con ese trabajo y ese pensamiento.

¿Cómo podemos estar seguros de que como mandamás del GDF no se te va a disparar la soberbia?
Nunca se me ha disparado. En otros niveles siempre han sido los amigos quienes me ayudan a mantener el piso. Cuando me designaron consejero de la Judicatura Federal, que ya era el rango más alto antes del presidente del Tribunal Superior de Justicia, me decían eso, que no se me fuera a subir, y luego cuando me designaron procurador, lo mismo. Y ve, sigo siendo igual. Son tan rápidos esos cargos que no tendrían ningún caso.

¿Te veremos como candidato presidencial en 2018?
Fíjate que en todos los cargos que he tenido siempre me concentro en ellos. Nunca ejerzo ese puesto con la mira de pasarme luego, luego, a otro.

Pero no me has contestado si sí o no.
Por ahora no.

Sospecho que me lo dices para que mañana no te llame Marcelo Ebrard para reclamarte.
No, para nada. Mira, cuando llegué a ocupar el puesto de procurador General de Justicia del Distrito Federal me concentré nada más en la Procuraduría. Casi hasta el último día empecé a considerar otro cargo.

A lo mejor no te enteraste, pero ya estaban las apuestas por ti desde un año antes.
Bueno, pero de manera oficial fue en noviembre de 2011 y yo dejé la Procuraduría en enero de 2012.

No me vas a decir que la lujuria no toca a tu puerta de vez en cuando.
Debe haber tocado, pero sobre todo cuando estaba más chavo.

Todavía eres muy joven, apenas tienes 46 años. Luego de dos matrimonios y dos hijos, ¿te volverías a casar?
No me voy a volver a casar, ya no. No está en mis proyectos de vida.

¿Nos piensas dejar huérfanos de Primera Dama chilanga?
Efectivamente no habrá Primera Dama en el Gobierno del DF.

¿Cómo le hace un hombre divorciado y sin pareja para liberarse del estrés?
Todas las mañanas hago deporte desde las cinco de la mañana. Luego, durante las horas de trabajo, busco tener un pequeño espacio para romper el ritmo y en ese tiempo leo o escucho un poco de música. Me gusta hacer listas de reproducción para mi iPod.

Con ese horario de entrenamiento, de la pereza ni hablamos.
Eso sí no tengo, para que veas.

¿Qué tipo de música hay en tu iPod?
Sobre todo hay pop, me gusta tener las más recientes. Claro que también hay música clásica.

¿Y tienes música de Kabah?
Sí, seguramente hay algo de ellos.

¿Sabes adónde voy?
Me imagino.

¿Cómo fue tu relación con Federica, una de las integrantes de esa agrupación?
No fue precisamente una relación. Nunca fuimos novios. Salimos algunas veces, pero hasta ahí. Ella es una chava extraordinaria.

Platícame cómo andan tus canas en el terreno del amor.
Tengo amigas.

Pero alguna será «La Catedral», ¿no?
No, no. Te prometo que todas sólo son amigas.

¿Amigas con derechos?
Y sin ellos también.

¿Cuál es el piropo que te ha arrebatado la carcajada?
«Mancera, te quiero en mi cabecera», ése me dio mucha risa y también unas señoras que me dijeron: «Mancera, bizcocho, contigo hasta el 2018».

¿Alguna vez te ha lanzado un cumplido un hombre gay?
Sí, claro. Una vez que iba saliendo de una comparecencia, un chavo que traía una bandera de la comunidad LGBTTTI (con los colores del arcoíris) me gritaba: «¡Mancera, teeee aaaaamo!». En Twitter (@ManceraMiguelMX) tengo varios seguidores abiertamente gays que discuten entre ellos que si soy de uno o de otro [bando].

Bueno, es que a decir de varios amigos eres medio «chacalón».
¿Qué es eso de chacalón?

Es un término que sirve para definir a hombres con mucho sex appeal, como la versión de Chayanne, pero de barrio bravo.
Ahora sí ya me chingaste -se carcajea-. Pues sí soy de barrio, nací en Tacuba, en el seno de una familia «acomodada», porque el cuarto donde vivíamos era tan chiquito, que nos teníamos que acomodar para dormir.

¿Y también te acomodas para bailar?
¡Sí! ¿Cómo no? Me gusta la cumbia, la salsa, el rock and roll y me defiendo muy bien.

¿Ese movimiento vertical te sale tan bien de manera horizontal?
Sí, te sirve.

¿Eres vanidoso?
Dicen que soy metrosexual porque siempre me estoy cuidando: hago ejercicio, como bien, tomo mucha agua, etcétera. Pero de ahí en fuera nada más.

¿Te limitas en cuanto a la alimentación?
Me cuido. Procuro no dejarme ir, pero la verdad me gustan mucho las tortas.

Y tengo entendido que también te gusta el chicharrón prensado.
¡Uy, ése me encanta!

¿Lo estás diciendo en doble sentido?
No, para nada [pero se ríe].

Para finalizar, alburéame.
«Ya no juegues con eso, Beto». «Me das miedo». Eso es parte del albur y, aunque parece fácil, tiene su chiste.